Para los pobladores de la cordillera de los Andes en América del Sur, la Madre Tierra -pachamama en su lengua- es y ha sido siempre un sujeto, alguien con quien las sociedades intercambian y dialogan.
Cada año, en el mes de agosto celebran la fiesta de la pachamama, y en agradecimiento a la Madre Tierra por ofrecernos todo lo que necesitamos para vivir y nutrirnos, realizan ofrendas, devolviéndole parte de lo que ella les ha brindado.
Estos festivales promueven el amor por la naturaleza y transmiten al mundo un mensaje de comunión, sostenibilidad y respeto por el medio ambiente.
En este tercer milenio, hemos tomado consciencia de que estamos haciendo mal las cosas, de que vivimos conforme lo que nos hacen creer que necesitamos sin mirar hacia adentro para averiguarlo, estamos destruyendo la tierra en que vivimos y por ende a nosotros mismos, con graves consecuencias para nuestra salud y bienestar mundial.
Las nuevas generaciones nos están pidiendo que hagamos algo, que cambiemos el sistema, que aprendamos de los errores, y que dejemos de mirar los beneficios económicos.
El desafío es una vuelta a los asuntos de la tierra, a conectarnos con ella, a nutrirnos de ella de una forma personal, asumiendo que lo que producimos de forma sostenible, lleva consigo el valor de hacer las cosas con convicción y compromiso.
