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¿Sabes lo que comes?

¿Sabes lo que comes?

¿Cómo es posible que hayamos llegado a un punto en el que casi nada de lo que comemos sea natural?

Nuestro frenético ritmo de vida y la forma de consumo actual, basada en la compra de alimentos en grandes superficies, no nos facilita la tarea de saber con certeza lo que ingerimos.

La calidad nutricional de los alimentos ha cambiado de manera drástica en los últimos cincuenta años, y no precisamente para bien. En los países desarrollados tenemos mayor acceso a la comida, más variedad de productos y ya no dependemos de la estacionalidad propia pero, indudablemente, estos cambios han influido en un descenso de la calidad nutricional.

Hoy en día la comida que encontramos en las tiendas, mercados, supermercados y restaurantes dista bastante de ser natural. Y es que la industria alimenticia pone a nuestro alcance alimentos envasados y precocinados, con los que comer es mucho más fácil y cómodo, ya que tan solo hay que preocuparse de echarlos al carro y pagar.

Hemos logrado evolucionar en muchos aspectos de la vida, sin embargo, nuestros antepasados obtenían comida más sana, más limpia y natural. La industria agroalimentaria ha desarrollado un rentable sistema de producción dejando de lado, en algunos casos, que la comida está intrínsecamente relacionada con la nutrición y, por consecuencia, con nuestra salud.

Las despensas y frigoríficos de los europeos se llenan con demasiados alimentos deliciosos y de excelentes cualidades organolépticas basadas en saborizantes, colorantes y aromas de origen químico capaces de fidelizar al consumidor.

Nos venden productos más rápidos de preparar: alimentos precocinados en envases aptos para microondas, ensaladas cortadas y lavadas, patatas troceadas y precocinadas en diferentes tamaños y formas, fruta pelada y partida, yogures con su porción de cereales para mezclar en el mismo envase, tortilla de patatas y ¡hasta huevos fritos ya cocinados!.

La cuestión es que para que no se ennegrezcan las lechugas cortadas, la manzana pelada no se oxide, la carne no despida olor putrefacto y la mezcla no se apelmace ni disgregue, es necesario añadir numerosos conservantes, antioxidantes y demás químicos autorizados. Como consecuencia, éstos acaban en nuestro estómago y posteriormente en nuestro torrente sanguíneo. Además, en muchas ocasiones, se somete a los alimentos a baños radiactivos.

Por otro lado, las prisas del día a día nos obligan a hacer la compra en poco espacio de tiempo, con lo cual no solemos mirar las etiquetas de los productos que vamos a consumir y esa, es la única forma de saber lo que realmente comemos, leyendo las etiquetas.

Al llegar a casa nos sorprendemos con el elevado porcentaje de azucares que contienen las salchichas o el tomate frito que hemos comprado, o nos damos cuenta de que el jamón york solo tiene un 30% de carne, y entonces pensamos ¿qué será el otro 70%?

En la vida todo tiene un precio, lo que hay que reflexionar es sobre “el precio en salud” que estamos dispuestos a pagar. Hipócrates decía “que mi alimento sea mi medicina y mi medicina mi alimento”. Siguiendo este sabio consejo debiéramos alimentarnos con productos frescos de origen natural que posean propiedades biológicas activas beneficiosas para nuestra salud. 

Está comprobado que los alimentos naturales tienen una densidad nutricional fácilmente asimilable por nuestro organismo, es decir, son alimentos bioasimilables. Cuanto más cercanos estén estos comestibles a su estado original, nuestro organismo los va a procesar mejor.

Somos naturaleza y no hay nada mejor que podamos comer que alimentos naturales para contribuir a desarrollar un sistema inmunológico más fuerte y, por ende, prevenir enfermedades.

Fuera química, fuera añadidos innecesarios, fuera contaminantes, fuera ingredientes de síntesis, fuera alimentos sometidos a radiación, fuera de nuestra vida los alimentos modificados genéticamente.

Apostemos de nuevo por lo que durante toda nuestra existencia sobre la tierra hemos consumido: alimentos naturales que poseen mayor cantidad de nutrientes, vitaminas y minerales y están exentos de residuos químicos.

Hoy por hoy, si queremos estar alejados de ciertos químicos sospechosos, la solución pasa por informarse, buscar vías alternativas, hacer compra de proximidad y leer detenidamente las etiquetas.

El conocimiento de que en los alimentos actuales pueden encontrarse componentes que pueden ser problemáticos para la salud es el punto de partida para evitar o reducir la exposición a estas sustancias tóxicas y comenzar a consumir progresivamente alimentos más naturales, menos procesados y con la menor cantidad de ingredientes extraños añadidos: dioxinas, PCBs, hexaclorobenceno, lindano, PCBs, DDE, metales pesados, retardadores de llama y otros nombres que suelen aparecer en la pequeñísima letra de ingredientes del etiquetado, o INCI en los productos cosméticos.

Si lo piensas, todos estos ‘añadidos’ se utilizan para beneficiar a la empresa y no para aportar beneficios al alimento. ¿Qué ventajas obtiene el consumidor de todas estas prácticas sobre las que se cierne la duda de ser perjudiciales para la salud?: NINGUNA.

La alimentación ecológica mejora las funciones fisiológicas y posee una acción preventiva que favorece la calidad de vida. Investigaciones recientes apuntan que elegir alimentos orgánicos puede llevar a aumentar la ingesta de antioxidantes nutricionalmente deseables en un 50% y reducir la exposición a metales pesados tóxicos.

Además, aquellas personas que consumen alimentos orgánicos tienen menos probabilidades de padecer obesidad. Las ventajas son aún superiores en los bebés y los niños.

La dieta ecológica es la mejor que existe, estoy plenamente convencida de que esta forma de alimentación esconde el secreto de la salud. Es la dieta más fácil que existe dentro del complejo mundo de la nutrición, y la única que no cuesta esfuerzo llevar a cabo, ya que no resulta restrictiva.

En mi libro “La Nueva Biodieta” (Editorial Arcopress – Almuzara), que se puede conseguir en librerías o en audiolibro, me he basado en informes de científicos nacionales e internacionales y he tenido la fortuna de contar con el apoyo de estudiosos que han dejado entre sus páginas toda su sabiduría y conocimientos.

Su finalidad principal es informar y despejar dudas: ¿qué distingue a los productos bio de los convencionales?, ¿por qué es tan importante alimentar a los niños con productos ecológicos?, ¿por qué son más caros?, ¿cómo diferenciarles con seguridad?, ¿son la mejor opción? Y un sinfín de cosas más sobre la alimentación que marcará nuestro futuro.

Maripi Gadet

Especialista en Vida Sana y Natural

@maripigadet

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2 comentarios en “¿Sabes lo que comes?”

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