De pequeña, la palabra “milagro” me hacía referencia a la Virgen María embarazada de Jesús, y que había sido de milagro porque no había estado nunca con un hombre.
Durante años, no tuve otras referencias sobre milagros, hasta que hace algún tiempo, sola y sin ningún hecho puntual, empecé a sentir que algunos hechos en mi vida eran “un verdadero milagro”. No podía entender cómo había llegado eso a mi vida. Y lo veía así porque eran hechos que nunca jamás había imaginado que fueran factibles de suceder, y pensando en las posibilidades que tenían de ser, creía que aunque los hubiera imaginado, éstos hubieran necesitado una intervención divina para hacerse realidad.
Estos hechos no tenían nada de extraordinarios, o sí, desde que empecé a verlos como circunstancias y personas puntuales que habían aparecido en mi vida de manera fortuita en un momento tan pero tan ajustado, que ni antes ni después hubieran tenido sentido.
Esta experiencia me hizo pensar en la valoración que le damos a los aconteceres de nuestras vidas, creyendo que son cotidianas, cuando vistos desde otro ángulo, son extraordinarios.
Sí, extraordinarios. De un día para otro, una persona que no conocemos de antes, aparece en nuestra vida en un único y preciso momento, de casualidad, en algún lugar del mundo que no es ni donde vivimos, ni donde vive ella, y de un día para otro nos quita de las manos el trozo de carbón caliente que no habíamos podido soltar por estar paralizadas de sorpresa y miedo, es un milagro.
Y a partir de que empecé a visualizar que los hechos que me sorprendían no eran simple casualidad, que estaban ahí en el momento justo, y que fueron justo lo que necesitaba en ese momento, se convirtieron en milagrosos.
Cuando me detengo a pensar en ello, en que cada uno de esos instantes no fue fortuito, estuvo ahí por una razón, tiene un significado y un propósito, puedo experimentar una profunda gratitud y plenitud en mi vida.
La clave para experimentar estos milagros es la ATENCIÓN. Ser conscientes de los detalles y eventos a nuestro alrededor, nos permite apreciar lo que tenemos y encontrar alegría en las cosas más simples. Incluso los desafíos y obstáculos pueden ser vistos como oportunidades de crecimiento y aprendizaje, si los afrontamos.
En esta última semana del 2023, te propongo que te mires y que mires bien a tu alrededor. Que observes con atención. Mira todo lo que has vivido. Busca hasta en los pequeños rincones de esas experiencias que han formado parte de este último año.
