Así como hablamos, pensamos y hacemos, creamos nuestra realidad día a día. Y no nos detenemos a pensar en ello, estamos tan ocupados, tan apurados.
El simple hecho de brindar nuestra atención a otro ser humano, o a un ser animal o vegetal, nos conecta íntimamente con la sabiduría universal. Cada vez que lo hacemos, estamos sembrando nueva información al universo. La simple sonrisa que brindamos a quien tenemos en frente, está lanzando al mundo energía de satisfacción.
Pero, es posible sentirnos satisfechos, si nos faltan tantas cosas?.. tal vez sea el momento de preguntarnos si no hemos nacido ya felices y completos, y todas nuestras acciones adultas nos han conducido directamente, a ser tristemente constantes infelices…
Como dicen los maestros budistas: “los problemas siempre van a existir, cuando termine uno (o lo resolvamos), el siguiente estará a la vuelta de la esquina. La importancia de los problemas, es que son ellos los que nos ponen a prueba, los que sacarán lo mejor de nosotros, los que sembrarán la oportunidad de aprender, de crecer. Es muy fácil ser paciente cuando no hay ningún problema”.
Ahora, que esta pandemia ya ha hecho lo suyo, que nos ha puesto en verdaderos problemas, que nos ha mostrado la cara del miedo, y nos ha quitado la libertad, nos toca pensar qué hemos aprendido.
¿Seguiremos consumiendo los mismos alimentos, que debilitan nuestro sistema inmune? ¿Seguiremos dedicándole tanto tiempo al trabajo, y poco a nosotros mismos? ¿Seguiremos comprando miles de objetos que usamos y tiramos, y que pagamos con un dinero, que en realidad es nuestro tiempo? ¿Seguiremos pensando que comprar un nuevo coche es el mejor plan para ese dinero que conseguimos guardar?
Nuestra vida es un suspiro, estamos aquí de paso. Démosle todo el valor que podamos y dejemos nuestra huella para las futuras generaciones.
