Ningún producto que necesitemos, ni el más bajo precio deberían justificar que para su elaboración hayan explotado seres humanos, violado los derechos fundamentales de las personas, que hayan utilizado trabajo infantil, animales vivos para testar o la degradación del medio ambiente.
De verdad, nos cuesta creer que todavía haya empresas que no tengan iniciativas de compromiso y respeto por las personas y por nuestro mundo.
La actividad comercial y productiva de éstas tiene un impacto mucho más amplio y profundo que las acciones individuales.
Sin embargo, tenemos en nuestras manos un arma poderosa que puede contribuir a que cambien su manera de producir: nuestro poder de compra.
Si supieras que la ropa que estás a punto de adquirir la han realizado niños, ¿la comprarías igualmente?; si la crema que vas a poner en tu rostro hubiera causado sufrimiento animal, ¿igual te la pondrías?.
Tenemos responsabilidad en lo que consumimos y debemos ejercer el derecho de que las empresas sean transparentes en cuanto a todos sus procesos de producción.
También podemos elegir no comprar.